martes, 29 de julio de 2014

La Galicia mágica del occidente atlántico

                                         Publicado en El Correo Gallego (21, 11, 2010)

Ramón Sainero
Profesor Emérito de la UNED.
Director del Instituto de Estudios Celtas
www.institutodeestudiosceltas
 

Los escritos históricos y geográficos primitivos que han llegado hasta nosotros, cuando se refieren a los pueblos que habitaban el Occidente atlántico, nos hablan de unas relaciones comerciales y migratorias muy fluidas, mencionando a Tartessos, en el suroeste de la península Ibérica, y a Galicia en el noroeste como centros culturales y comerciales importantes que durante milenios mantuvieron relaciones de todo tipo con las Islas Británicas. La Brigantia gallega, en la zona de A Coruña y Betanzos junto con otros puertos del noroeste peninsular podríamos decir que fueron el eslabón que unía la zona mediterránea con la zona del noroeste atlántico. En el apartado cultural y religioso, aunque con escasos datos, podemos ver cómo el mundo mágico aparece en estos escritos. Seres con poderes mágicos serán unas veces tratados más bien como dioses y otras como seres humanos con poderes sobrenaturales.
Estas gentes que habitaban el Occidente atlántico, a las que podemos llamar preceltas (anteriores a los celtas) y protoceltas (gentes que evolucionarían a través de los siglos convirtiéndose en celtas a partir aproximadamente del s. VII a. C), creían en los poderes ocultos de la naturaleza y los admiraban y temían a la vez. Bástenos comprobar todos los relatos concernientes a este tema que aparecen en sus escritos, eran grandes supersticiosos y respetaban una serie de tabúes que incluso los reyes debían de cumplir, por temor a que grandes males cayeran sobre ellos. En Irlanda, la geis o gesha era un poder mágico que el ser humano mediante una serie de rituales debía de respetar durante toda su vida. Hoy en día quedan algunos de estos ejemplos de gesha por todos nosotros conocidos como, por ejemplo, la buena o mala suerte de que un gato blanco o negro se cruce en nuestro camino, pasar por debajo de una escalera, empezar algo importante con el pie derecho, etc.
Por diferentes textos históricos sabemos que los celtas creían en la inmortalidad del alma y en la existencia del mundo del Más Allá, y que sus druidas entre otros actos practicaban los sacrificios. César en la Guerra de las Galias nos habla de la creencia de los galos en la inmortalidad del alma y de que al morir cambian de cuerpo y siguen viviendo una nueva vida, por lo que no le tienen miedo a la muerte, y también César nos menciona el enorme poder de los druidas que podían aislar del resto del clan a todo aquel que discutiera sus designios (Caesar: The Bello Gallico, Libro vi, c. xiii-xiv). Es interesante destacar en este apartado las creencias religiosas conectadas con el mundo de la naturaleza. Existen seres mágicos relacionados con la fertilidad de la tierra. Las cosechas necesarias para que los animales y los seres humanos puedan sobrevivir están protegidas por ciertos dioses y las aguas de los ríos, las rocas y los árboles tenían un poder mágico entre estas gentes.
Galicia e Irlanda guardan puntos en común de este mundo mágico. Síd tiene en Irlanda el significado de montaña o colina mágica o encantada. En algunas de estas colinas, en la costa occidental irlandesa, se han encontrado gran cantidad de tumbas prehistóricas construidas con piedras (tipo de corredor con cámara funeraria), algunas de estas tumbas pueden pertenecer al año 2000 ó 2500 a. C., época en la que todavía no existía una cultura celta propiamente dicha. Los primitivos pobladores de la isla posiblemente consideraban que los espíritus de los dioses anidaban en ellas. Como se ha podido comprobar en algunas de estas tumbas, en la zona de Sligo (costa noroeste) un día determinado del año la inclinación del sol permitía que sus rayos entraran por el corredor de la tumba y llegaran hasta el centro de la cámara funeraria del síd donde reposaban los restos de la persona. Tenemos muestras parecidas en las montañas de la Faladoira de Ortigueira y otros lugares del megalitismo gallego. El final de la tierra para romanos y griegos se encontraba en el codo atlántico gallego. Desde Finisterre (Final de la Tierra) hasta el puerto fenicio de Bares exite un triángulo que se adentra en un mar que acoge cada atardecer la puesta del sol. Un sol que, según las creencias antiguas, se adentra en las profundidades de las aguas llevándose el alma de los muertos. La alineación de pequeños menires que surcan la sierra de la Faladoira de este a oeste en dirección a San Andrés de Teixido, muy próximos a la carretera de As Pontes a Mañón y Ortigueira, nos pueden indicar un camino mágico que terminaría en la puesta del sol sobre las aguas. También el sol estaba asociado con los pueblos protoceltas y celtas del Occidente atlántico. Beltaine (Beltene) y Samhain eran en Irlanda los dos festivales por excelencia conectados con las creencias solares. Beltaine era el festival que tenía lugar el 1 de mayo para festejar el triunfo de las cosechas y de la vida, indicaba el comienzo de la estación fértil y calurosa, era el momento en el que la hierba crecía y podía alimentar al ganado, por lo que estaba directamente relacionado con los animales. Durante el festival se encendían grandes hogueras y hacían pasar a los animales entre ellas para evitar que contrajeran enfermedades. La fiesta del Samhain, 1 de noviembre, estaba dedicada al final de las cosechas y al culto a los muertos; la noche anterior al 1 de noviembre era la noche en la que los espíritus salían de sus tumbas megalíticas para vengarse de los humanos. Es en estos manuscritos primitivos donde difusamente ha quedado el legado histórico que nos muestra estas creencias (ver mi Diccionario de Mitología Celta, ed. Akal (Madrid). El sol como fuente de energía y vida será el centro del ritual mágico de estos pueblos. Estrabón nos indica en su Geografía la creencia de que el sol se hundía en las profundidades del mar y su calor producía el mismo efecto que un hierro candente sumergido en el agua con vapores y crepitaciones en su superficie.